Índice

  • PRÓLOGO por ELIAB BENAOR
  • Capítulo 1: LAS PARASHOT DE LA GUEULÁ
    • 1.1 El nacimiento de Biniamín
    • 1.2 Ya’akob en casa de Labán
    • 1.3 Reubén
    • 1.4 Leví
    • 1.5 Yehudá
    • 1.6 La señal de Biniamín
    • 1.7 La muerte de Rajel
    • 1.8 El llanto de Rajel
    • 1.9 El exilio de Ya’akob
  • Capítulo 2: LA SALVACIÓN DE LAS NACIONES
    • 2.1 Am o Goí
    • 2.2 Una fe para las naciones
    • 2.3 ¿El Mesías entre los paganos?
    • 2.4 La vid, la higuera y el olivo
    • 2.5 Montado en un pollino
    • 2.6 Pobre y extranjero
  • Capítulo 3: LA EXPIACIÓN POR EL PECADO
    • 3.1 La transgresión involuntaria
    • 3.2 La transgresión voluntaria
    • 3.3 Tob y Tsadik
    • 3.4 Luz y oscuridad
    • 3.5 La Yod de Yeshúa
    • 3.6 El nombre “Ben”
    • 3.7 ¿Un hombre como los demás?
    • 3.8 El pecado de rebeldía
  • Capítulo 4: LA SEUDÁ DEL MESÍAS
    • 4.1 El pan y el vino en la tradición bíblica
    • 4.2 En el Séder del Mesías
    • 4.3 Rabanán vs rabí Yojanán
    • 4.4 La enseñanza del Shalíaj
    • 4.5 El caso de Judas
    • 4.6 Discerniendo el “pan” y el “vino”
    • 4.7 Seudá y experiencia profética
    • 4.8 La mesa judía y el Templo
    • 4.9 La simbología del vino
    • 4.10 Zé y Zot
    • 4.11 EL pan de la pobreza
    • 4.12 Apéndice: El segundo Séder de Pesaj
haraneliabbenao

Extracto capítulo 1

1.6 YEHUDÁ

El siguiente hijo de Ya’akob nos merecerá una especial atención por su vinculación con el Rey Mesías (çëwÄHßèLÄ Mélej haMashíaj), como fue dicho: “Judá (Yehudá) todavía gobierna con Dios” (Oseas/Hoshea 12:1, citado Zohar Vayetsé 155b).

La cuarta etapa para la redención

Sobre el nombre de dicho personaje la Torá nos declara: “Esta vez agredeceré (HDàA odé) al Eterno, por eso llamó su nombre HDàHë Yehudá(Génesis/Bereshit 29:35). Este cuarto hijo del patriarca nos llevaría a la consumación de aquello que nos insinuaron los tres primeros; la secuencia vendría a ser la siguiente:

Los hijos de Israel han visto al Mesías (IBWAR Reubén), han escuchado sus enseñanzas (IWEMw Shimón) y se han apegado hasta ser “uno” con Él (YWL Leví), el siguiente paso sería Su proclamación como Rey (HDàHë Yehudá) ¿por qué no ocurrió así? Sobre el citado pasuk dijeron los Sabios: “¿Por qué dijo ella (Leá) «agradeceré al Eterno» con respecto a éste y no con respecto a todos?; sino que de aquí (aprendemos que) todo el tiempo que la Congregación de Israel se encuentra en el exilio, el Nombre Sagrado (HWHY) no está completo” (Zohar Vaietsé 154b-155a).

El Tetragrama y una letra Dálet

Antes de comentar estas palabras, nos es necesario hacer unas consideraciones previas: El nombre Yehudá está compuesto por la unión del Tetragrama y una letra D Dálet intercalada:

vruvh
Yehudá

Aunque este tema será tratado de forma más extensa, comentaremos brevemente que el Nombre YHVH nos acerca al siguiente concepto:

(El mundo) v (el Mesías) u (Dios) vh

Y aunque el tema es mucho más complejo, este esquema nos ayudará a entender de forma general: Según los Sabios, la punta (kots) de la letra ë Yod se asimilaría con la sefirá de ÿÜk Kéter-corona (*véase Ets Jaim Sha’ar 42, 1 y 2), un altísimo nivel espiritual cercano al Fàæ IëA En Sof (Sin Límite), concepto que haría referencia a la llamada “Voluntad Infinita” del Creador. Dicho de otra forma, un lugar donde la luz de Dios es tan diáfana que, a nuestros efectos, sería indistinguible del mismo Dios. El resto de la misma letra se relacionaría con HMïç Jojmá-sabiduría. La primera ä He (derecha) estaría vinculada con HNëB Biná-entendimiento, como expresión de la Presencia divina (HNëïw Shejiná) superior. La à Vav, con su valor numérico seis, representaría las seis sefirot del IëpNA ÿëEå Zeir Anpín (Z”a lit. “pequeño rostro”) como nexo y transición entre estos niveles superiores y el grado de ÜàïîM Maljut-reino, representado aquí por la segunda letra ä He (izquierda) del Tetragrama.

En el esquema que hemos presentado, veíamos juntas las dos primeras letras de H-W-H-Y formando el nombre de Dios äë Ya. Dicho nombre estaría asociado con Jojmá-sabiduría, como fuente del âæç Jésed (gracia) en el poder directivo de Dios. Este sería el nivel más alto en la manifestación de los atributos de Dios, el nivel de Jojmá llamado AüA Aba (Padre), verdadera raíz espiritual de la gracia divina.

*La primera letra H He (derecha) se correspondería con Biná-entendimiento, llamado AMA Ima en el lenguaje de los partsufim. Los Sabios enseñan que ambos (Aba e Ima) juntos son también llamados por el nombre genérico “Aba”. Entre los dos forman el Nombre divino äë Ya, y las fuerzas creativas representadas por estas dos letras no se separan jamás (véase, entre otros Zohar Ajaré Mot 77b-78a), pues en tal caso el mundo dejaría de existir.

En cambio, la letra W Vav de A”Z Zeir Anpín y la segunda H He de Nukvá (“QWN) asociada con Israel, si son susceptibles de separarse a consecuencia de los pecados de la humanidad, como fue dicho: “Pero ciertamente Yo esconderé Mi rostro en aquel día, por todo el mal que ellos habrán hecho” (Deuteronomio/Devarim 31:18, véase también Ets Jayim 6:7).

La à Vav sería el “gancho” (WW vav), el nexo entre estos niveles superiores y el mundo material simbolizado por la segunda letra ä He. Su valor numérico seis nos llevaría al día de la creación del primer hombre (ìÂA Adam) y también a su transgresión, pues ambos hechos acontecieron en dicha jornada. Pero dicha letra nos también nos retrotrae a la acción del Mesías, Quien como “postrer Adam” ha de realizar la enmienda o IÙëê tikún de la transgresión cometida por el primero, como fue dicho: “Porque ya que la muerte entró por un hombre (adam) también por un hombre (adam) la resurrección de los muertos, porque así como en Adam todos mueren, también en Mesías todos serán vivificados […] Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre, Adam, alma viviente, el postrer Adam espíritu vivificante” (1 Corintios 15:21, 22 y 45).

En la relación entre en número seis, como día de la creación de Adam, y la expiación de los pecados, nos parece interesante reseñar la siguiente enseñanza de los Sabios: “Y en las festividades deben ascender cinco hombres (llamados «olim» para las cinco porciones de la Torá leídas en esos días) por este misterio (esto es, en correspondencia a las sefirot de Z”a: Jésed–gracia, Guevurá-rigor, Tiféret-belleza, Nétsaj-victoria y Hod-esplendor; Pero en Yom Kipur suben) seis hombres, por este misterio supremo” (Zohar
Vayakel 206a).

Durante shajarit (servicio matutino) de los días de diario (lunes y jueves) suben tres hombres a la lectura del Séfer Torá. Los días de Rosh Jódesh (comienzo del mes) lo hacen cuatro. En festividades (jaguim) suben cinco, y el Día de La Expiación lo hacen seis. Siguiendo la enseñanza expuesta, esto es así para añadir la sefirá de Yesod-fundamento, que es la sexta, lo cual haría referencia al Tsadik (justo), a Yosef, el hijo de Ya’akob, como tipo profético del Mesías ben Yosef. Una realidad espiritual que también nos vendría insinuada en la muerte de Yeshúa, acontecida en un día sexto, como versa: “Y ya al atardecer, como era en día de la preparación, es decir la víspera (BÿÆ éreb) del Shabat(Marcos/Tadai 15:42).

El Trono dañado

Volvamos ahora a las palabras del Zohar. Nos enseñaban los sabios que “Todo el tiempo que la Congregación de Israel se encuentra en el exilio, el Nombre Sagrado (H-W-H-Y) no está completo”. Esto alude a un versículo de la Torá donde el Nombre de Dios y el nombre de Su Trono aparecen escritos de forma incompleta, como versa: “Por cuanto mano se levantó contra el trono (æk kes) del Eterno (äë Ya) (Éxodo/Shemot 17:16).

Una de las consecuencias de esta “merma” es la oscuridad espiritual de la Galut (exilio), donde la revelación de Dios es ocultada. En el ejemplo que nos ocupa, vendría simbolizada gráficamente por la desaparición del vínculo entre “lo Alto” (esto es äë Ya) y lo bajo (la segunda ä He) que estaría simbolizado por la letra à Vav; dando lugar a lo que los sabios llamaron “dañar el Trono”, pues aquí “Trono” aparece escrito con una letra de menos, en la forma æk kes en vez de la habitual Aæk kisé con una A álef al final, y dicha letra, como se dijo, por su valor numérico uno, vendría a simbolizar la Unidad de Dios y la revelación de Ésta en el mundo; por lo cual su ausencia puede marcar la diferencia entre el exilio y la Redención: *La letra A Álef sería en este sentido una expresión de divinidad, pues Dios es también llamado “OLWE Lw WPWLA Alufó shel olam”:

HkWAd         HkWd
    Gueulá (redención)                           Golá (exilio)       
 
Todo esto nos hablaría de la obra ejercida por el mal instinto (ÆÿH§ÿûë yetser hará) para intentar frustrar cualquier iniciativa del ser humano de acercarse a su Creador, acción que estaba simbolizada por la desaparición de la letra Vav, como expresión del “vínculo” entre lo Alto y lo bajo. En esta línea parece significativo, que cualquier movimiento dirigido a desvincular al hombre de su fe en la acción mediadora del Mesías, puede aportar al mal instinto grandes resultados.
 

Este “Nombre incompleto” trae consigo un “Trono incompleto” pues le falta uno de sus soportes, como versa: “Ven y mirá: a pesar de que (Ya’akob) ya tenía tres hijos, hasta dar a luz a Yehudá no se completó el carruaje (HBkÿÄ Merkavá). Y debido a esto dijo: «agradeceré al Eterno» y no (lo dijo) con respecto a todos (los otros). Y por esto dejó de dar a luz (DMÆTà vata’amod) ¿Qué significa vata’amod? Se incorporó el Trono sobre sus patas, va’atamod, porque ahora todo se encontraba en Yehudá como una unidad” (Zohar Vayetsé 155a).

Los tres primeros hijos de Ya’akob simbolizarían aquí las tres primeras patas del Trono de Dios (en correspondencia con los tres patriarcas); pero este Trono permanecerá “dañado” mientras el Nombre de Dios esté incompleto, esto es, mientras Israel no reciba a su Mesías y restablezca el vínculo entre los cielos y la tierra, y esta es la cuarta pata del trono: el Rey David, como símbolo del Mesías, es quien lo completa, quien trae la unidad, esto es la A Álef perdida de Aæk kisé, y restablece el vínculo, colocando además una D Dálet, cuyo valor numérico cuatro, nos insinúa al cuarto hijo, la cuarta pata del Trono; y la puerta (TLD délet) hacia el Padre, como versa: “Yo soy la puerta (TLDH hadélet), el que entre por medio de Mí, será salvo” (Juán/Yojanán 10:9).

La aceptación del Mesías

Yehudá, como símbolo del Mesías hijo de David, nos plantea proféticamente la posibilidad de que Yeshúa hubiese sido reconocido como tal por el pueblo de Israel, como también nos insinúa el hecho de que Leá cesó de tener hijos tras su nacimiento; Además, en opinión de los sabios, el alumbramiento de este cuarto hijo iría asociado a la revelación de la “unidad”, como versa: “Porque ahora todo se encontraba en Yehudá como una unidad” (9).

Si tuviésemos que escoger un momento en la vida de Yeshúa en que estás profecías tuvieron una posibilidad real de cumplir su rol histórico, este fue sin duda el de la entrada en Jerusalén en los días previos a la Pascua, acción que venía a cumplir lo anunciado por los profetas: “¡Alégrate mucho, hija de Sión, da voces de júbilo hija de Jerusalén! He aquí que tu Rey viene a ti, justo (QYÂû tsadik) y salvador (ÆwWN noshá), humilde (YNÆ ani) y montando sobre un asno” (Zacarías/Zejariá 9:9 citado en Mateo/Matai 21:5). Al ya citado versículo, el comentarista apostólico añade: “Y las gentes que iban delante y las que iban detrás aclamaban diciendo: ¡Hoshana al hijo de David!, ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hoshana en las alturas!” (ídem 9 y 10 sobre Salmos/Tehilim 119:26).

¿Pudo ser este el acto culminante del drama histórico iniciado con la misma creación del mundo? ¿Pudo haber sido esa pascua concreta la que marcase la consumación de los tiempos y el inicio de la Era Mesiánica? ¿Realmente ese día entró el “Rey” en Jerusalén “salvador” o “victorioso (ÆwWN noshá)”? Nos parece significativo que dicho término, mencionado en la profecía de Zacarías/Zejariá, sea excluido por el comentarista Matai (Mateo) en su cita, la cual califica a Yeshúa solamente como: “Rey (VîM Mélej)” y “humilde (ëNE ani)”. Sin embargo en la omitida expresión “victorioso” podemos ver una insinuación de que en ese momento Yeshúa pudo haber sido calificado como Mashíaj ben David por el pueblo de Israel, y por ende, marcar los albores de los “mil años” de reinado mesiánico (véase Revelación 20:4); Veamos más detalladamente el término “noshá” (victorioso):

gaub
Noshá

Observamos que contiene todas las letras de Yeshúa menos la Y Yod.

gWah
Yeshúa

Teniendo sin embargo una letra N Nun (10). En este contexto, la pequeña letra Yod nos vendría a insinuar la muerte expiatoria del Mesías (véase nuestro libro El Jardín de los Olivos 2:3), pues dicha letra, cuyo significado es “marca” (HàÜ tavá) estaría proféticamente vinculada con las marcas de la crucifixión, las cuales, aunque tuvieron una realidad física, también poseían una dimensión espiritual. Por ello, tras la resurrección solo eran visibles por revelación y no por observación natural (véase Juan/Yojanán 20:27).

La señal de las Tablas del Pacto

En el Tanaj (Biblia), podemos hallar una conmovedora insinuación sobre los aspectos proféticos de las marcas de la crucifixión de Yeshúa, en las segundas Lujot Haberit (Tablas del Pacto) descritas en Éxodo/Shemot 34: Éstas, a diferencias de las primeras, habían sido labradas personalmente por Moisés, sin embargo, las palabras habían sido escritas por el dedo de Dios”. Aquí podemos ver insinuado al Mesías-hombre, el cual contenía en su naturaleza terrenal “la Palabra de Dios” (véase Juan/Yojanán 1:14); Y esas Tablas albergaban las “diez Palabras” o “diez Mandamientos” (TWÿBâHĆÜÿsE Aséret Hadibrot). “Diez”, que es precisamente el valor numérico de la letra ë Yod. Estas Tablas fueron labradas en el Cielo, pero bajadas posteriormente a la Tierra, las marcas de la crucifixión fueron hechas en la tierra, pero, en un sentido espiritual, permanecen en el Cielo, como versa: “Y vi en medio del Trono […] un cordero en pie, como inmolado” (Revelación/Jizayón 5:6). Las Tablas son llamadas “del Pacto” (ÜëÿBH HaBerit) y en relación a Su muerte en expiación Yeshúa dijo (Marcos/Tadai 14:24): “Esta es Mi sangre del Pacto (ÜëÿBH HaBerit)”.

Las Tablas vendrían también a insinuarnos proféticamente la muerte expiatoria del Mesías, dichas Tablas fueron, por así decirlo, el signo visible de la reconciliación entre Dios y Su pueblo tras el infausto episodio del becerro de oro (véase Éxodo/Shemot 32); Pues, según la tradición, Moisés ascendió en esta ocasión al monte un primero del mes de elul y descendió con las segundas Tablas (véase Éxodo/Shemot 34:29-32) al final del día diez de Tishré (Seder Olam 6), esto es, cuando estaba acabando el Día de la Expiación (Yom Kipur).Así pues, dichas Tablas, en parte de Arriba y en parte de abajo, estaban expresando el perdón de Dios para con Israel y ante la multitud de naciones (éreb rab) congregada junto a ellos.

La iconografía profética del Tetragrama

Centrándonos de nuevo en el nombre HDWHY Yehudá, podemos ver como la salvación de Dios es insinuada a través del Nombre Divino H-W-H-Y, que constituye una expresión de Jésed.

– La letra ë Yod simbolizaría las «Diez Palabras» o «Diez Mandamientos».

-Cada una de la Tablas contenía cinco mandamientos, esto se correspondería con las dos letras H He, cuyo valor numérico es cinco, una a la derecha y otra a la izquierda.

Moisés, quien la sujetaba con sus brazos, sería el vínculo o nexo entre ambas, simbolizando la letra à Vav, como un tipo profético del Mesías-hombre. Lo que visto en su conjunto quedaría de la forma (11):

h
v u v
El tetragrama esquematizado en la entrega de la Ley

La letra Nun y el Mesías

Volvamos ahora a las dos palabras nohsá y Yeshúa:

gWah     gaWb
Yeshúa                      Noshá

La letra N Nun (de valor numérico 50) nos insinuaría el Yóbel (jubileo) como un tipo de la Era Mesiánica, como se declara: “Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores, ese año os será de jubileo” (Levítico/Vayikrá 25:10). Lo que sería, en un sentido profético, la expresión de la obra del Mesías, el Cual vino “a proclamar libertad a los cautivos” y “a proclamar el año agradable de El Eterno” (Isaías/Yeshayá 61:1y2 citado en Lucas/Nakai 4:18 y 19). Pero en dicha letra también estaría incluida la Y Yod de una forma tácita, como versa: “La letra N nun con una letra Y yod arriba” (Zohar Bereshit 2b).


La letra yod incluida en la nun.

De esta forma se completaría en “noshá” el nombre “Yeshúa”. Además, en opinión de los Sabios, la Nun se “obtiene” al encorvarse la W Vav (véase Otiyot de Rabí Akiva ad loc), lo cual volvería a hablarnos del Mesías hecho hombre, Quien estando en esa condición, tuvo que sufrir humillación y oprobio, como versa: “Fue despreciado y no lo estimamos” (Isaías/Yeshaya 53:3).

Además, la N Nun constituye en sí misma uno de los nombres del Mesías, como fue dicho: “Perdure Su nombre por siempre, sea Su nombre IYNY yinún(12) (Salmos/Tehilim 72:17, citado Séfer Habahir 86), expresión formada por la letra Nun y dos letras Yod, pudiendo escribirse de la forma:

h ib h
Yinún

La Nun doblada (N) nos hablaría del Mesías como Siervo sufriente del Eterno, mientras que la Nun recta (I) de Su gloria y exaltación, como versa: “A este Yeshúa a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Mesías” (Hechos/Ma’asim 2:36); y de nuevo las dos YY Yod vendrían a insinuarnos las dos marcas de Su muerte expiatoria.

El nombre Mi

Sin alejarnos excesivamente del tema central de este apartado, nos parece significativo hacer referencia al nombre YMMi”, uno de los miluim del Tetragrama, cuya guematría es también cincuenta:

50 = (10) Y + (40) M

Dicho número, se halla asociado a los cincuenta portales de Biná (entendimiento) (Rosh Hashaná 21b). En hebreo, “Mi” es la partícula interrogativa ¿Quién?, lo que aquí, sería como una pregunta sin respuesta a las altísimas cuestiones que nos plantearían tan elevados niveles espirituales. Al respecto dijeron los Sabios:

“¿Quién (mi) es ésta (zot) que sube (olá) del desierto? (Cantares/Shir Hashirim 8:5). «Mi» (quién) y «zot» (ésta) son la suma de dos santidades de dos mundos con una sola unión y un solo enlace. «Sube» (olá), para ser el Santo de los Santos, porque el Santo de los Santos es YM Mi, y se une a ÜAå Zot para ser äîE Olá […] «Del desierto» (ÿBDM midbar) […] «En el desierto» (ÿBDMB bamidbar) se refiere a «por la palabra» (ÿWBDB badibur), tal como está escrito (ídem 4:3): «Y tu palabra (VDBDM midbarej) es hermosa» (Zohar Bereshit 10a-10b) (13).

Yeshúa, en cierta ocasión, planteó dicha pregunta a sus discípulos, como versa: “Quién (YM mi) dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos dijeron: Unos Juán el bautista, otros, Elías y otros Jeremías o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros ¿Quién (YM mi) decís que soy Yo? Respondiendo, Shimón-Pedro dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de El Dios Viviente” (Mateo/Matai 16:13-16).

La pregunta en questión es precedida por una precisa descripción geográfica, como versa: “Viniendo Yeshúa a la región de Cesaréa de Filipos” (ídem 16:13). Cabría preguntarnos: ¿Es importante este detalle en relación a la célebre declaración mesiánica de Shimón-Pedro? En ello podríamos ver un remez (insinuación) del colectivo que, en primera instancia, se haría eco de las citadas palabras: “Tú eres el Mesías” (ídem 16:16): “Cesarea” haría alusión a Edom (Roma) y Filipos lo haría al mundo helenista (Yaván). Pues durante el llamado “Tiempo” o “plenitud de los gentiles” (Romanos 11:25), un intervalo de oscuridad y ocultación que culmina el periodo de la Galut o exílio espiritual de Israel, las naciones son alimentadas por “la rica sabia del olivo” (ídem 11:17) natural (esto es, Israel) hasta la culminación de los días, cuando toda la descendencia de Jacob recibirá la fe en el Mesías trayendo sobre el mundo “vida de entre los muertos” (ídem 11:15).

Veamos ahora las palabras de Shimón-Pedro con más detenimiento: “Tú (AWH HTA atá hu) (14) eres el Mesías (XYwMH haMashíaj), el hijo (IBH haBen) del Dios Vivo (YX LA El Jai)”. Cada uno de estos términos nos hablaría de elevadísimas realidades espirituales, y todas ellas relacionarían al Mesías con la citada expresión “YM mi” (¿Quién?).

Nos parece en extremo relevante el absoluto paralelismo entre esta declaración y otra hecha en un contexto radicalmente distinto, como versa: “Yo te conjuro por El Dios Viviente (YX LA El Jai) ¿Eres Tú (AWH HTA atá hu) el Mesías (XYwMH haMashíaj), el Hijo (IBH haBen) de Dios?” (Mateo/Matai 26:63). Las primeras palabras fueron dichas por el principal discípulo del Maestro y las segundas por el principal de los sacerdotes (Cohén Gadol), quienes, para mayor coincidencia, tenían nombres fonéticamente casi idénticos, como se declara: “Tú eres Pedro (Aöëk Kefá o Cefas)” (ídem 16:18), y también: “Le llevaron ante el Sumo Sacerdote Caifás (AöëÙ Kayafá) (ídem 26:57).

Dos declaraciones sobre la naturaleza mesiánica de Yesúa, una dicha en el seno de Sus más allegado círculo como resultado de una experiencia profética del principal discípulo de entre los doce, a quien le fue dicho: “No te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos”. Por otro lado, dicha exposición es ahora enunciada por el Sumo Sacerdote a manera de pregunta y en el contexto de un proceso judicial. Sin embargo, de éste mismo personaje se declara: “Entonces Caifás, uno de ellos, que era Sumo Sacerdote aquel año les dijo: […] nos conviene que un solo hombre muera por el pueblo […] Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Yeshúa iba a morir por la nación” (Juan/Yojanán 11:49-51).

¡Que terrible paradoja!, El Mesías se dirije indefectiblemente a Su destino: morir como víctima propiciatoria, como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”; el Sumo Sacerdote recibe a través de wDWQH XWR Rúaj Hakódesh que esto ha de ser así y, sin embargo, interpreta la revelación en un contexto socio-político y no en el que tan claramente anunciaron los profetas al decir: “Cuando haya puesto Su vida como ofrenda de expiación por el pecado” (Isaías/Yeshayá 53:10). Ahora deberíamos preguntarnos: ¿Durante el juicio ante el Sanhedrín Caifás profetizó de nuevo, pronunciando a través del Espíritu de santidad las mismas palabras que dijera Shimón-Pedro? Esto probablemente fue así, pero como parte de un proceso ya orquestado desde los Cielos, aquel alto tribunal era un engranaje más en la consecución del propósito divino, esto es, la salvación de Israel y de toda la humanidad a través del sacrificio del Mesías.

Un momento clave de la Historia

Volvamos ahora al día de la entrada de Yeshúa en Jerusalén, a la luz de la siguiente enseñanza de los Sabios: “Rabí Eleazar dijo: «Yehudá se le acercó» (Génesis/Bereshit 44:18) […] el misterio del asunto (es que) así lo necesitaban para aproximarse como uno, debido a que Yosef era un tsadik (justo, en referencia al Mesías ben Yosef) y Yehudá era un rey (lo que aludiría al Mesías ben David) y por ello (está escrito) «Yehudá se le acercó», y debido al acercamiento de ellos, porque se aproximaron como uno, provocó varias bondades en el mundo, provocó la paz en todas las tribus, provocó la paz entre ellos, y provocó que el espíritu de Ya’akob existiera, tal como está dicho (ídem 45:27): «El espíritu de Ya’akob revivió» (Zohar Vaigash 63b, véase también 208a).

Que la obra del Mesías sea descrita a través de la acción de dos individuos supuestamente diferentes, proviene de la dificultad exegética a la hora de conciliar profecías bíblicas donde dicho personaje muere (véase Isaías/Yeshayá 53, Sanhedrín 98b) con otras donde viene a establecer un reinado eterno, como por ejemplo Daniel 2:44. La interpretación se complica aún más si asumimos que primero ha de morir y después ha de reinar. Pero más allá de criterios exegéticos, podemos ver en ello una consecuencia de la ocultación de la Unidad de Dios bajo principios de dualidad, los cuales han regido desde la creación del mundo, como nos ilustra la primera letra de la Torá, la B Bet, de valor numérico dos.

La genealogía del Mesías

Una de las grandes cuestiones alrededor de la calificación mesiánica de Yeshúa, ha sido Su peculiar vinculación a la tribu de Judá (Yehudá), requisito indispensable para ostentar dicho título, como Él mismo declara: “¿Qué opináis del Mesías? ¿De quién es hijo? Le dijeron: de David” (Mateo/Matai 22:42).

Los Escritos nos presentan dos genealogías bastante similares, en Mateo/Matai 1:1-17, el llamado “Séfer Toldot Yeshúa HaMashíaj”, es denominado directamente “Ben David” inluso antes de declarar Su filiación hebrea como “hijo de Abraham”. La controversia surge cuando Su línea paterna llega a Yosef, entonces el parentesco es trasladado a su cónyuge Miriam, la madre de Yeshúa, (véase ídem 16), pues según las mismas fuentes, no intervino varón alguno en Su concepción.

De forma similar, Lucas/Nakai aborda la polémica mediante la afirmación: “Siendo hijo, según se suponía, de Yosef ben Elí(ídem 3:23).

De la familia de Su madre no sabemos gran cosa. Y de haber algún indicio, éste apuntaría más hacia la familia sacerdotal, dentro de la tribu de Leví (véase Lucas/Nakai 1:36) que a la descendencia de David.

Si comparamos ambas genealogías, observamos un detalle, a nuestro juicio, importante: Mateo/Matai 1:6 sigue la línea davídica a través de Salomón mientras que Lucas/Nakai 3:31 lo hace a través de Natán. El primero de ellos llegó a ser rey (véase 1 Reyes/Melajim 1:39) por lo que fue ungido por un profeta al igual que David, su padre. El mismo nombre “Salomón” (äÄîw Shlomó) nos insinuaría uno de los Nombres del Mesías, Quien es llamado ìWîw Shalom (Isaías/Yeshayá 9:6). Además, Dios puso en su corazón jojmá (sabiduría) y biná (entendimiento) (véase 1 Reyes/Melajim 3:12), ambos atributos mesiánicos (véase Isaías/Yeshayá 11:2); y esto sin contar la simbología mesiánica que ostenta en el Cantar de los Cantares.

Ante tan amplio despliegue alegórico, deberíamos preguntarnos: ¿Que nos aporta Natán, un casi desconocido hijo del Rey David, al ya de por sí controvertido mosaico profético?

En 2 Samuel/Shmuel 5:14, Natán aparece entre los hijos del monarca nacidos en Jerusalén, el tercero, de una lista de once donde Salomón ocuparía el cuarto lugar. En Zacarías/Zejariá 12:12, volvemos a tener referencias del personaje, como versa: “Y hará lamento familias (y) familias aparte, la familia de la Casa de David aparte […] la familia de la Casa de Natán aparte”. Esta profecía está situada en el contexto del advenimiento del rey Mesías, como se declara: “Y derramaré sobre la Casa de David y sobre los moradores de Jerusalén espíritu de gracia y de oración, y mirarán a Mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por un hijo unigénito” (ídem 10). Y en medio de este “lamento” vinculado al comienzo del reinado mesiánico, la única casa del linaje de David a la que es hecha referencia es precisamente la de Natán. Los matices proféticos insinuados por el personaje, son a nuestro entender, muy significativos: Expresiones como “a quién traspasaron (WÿÙÂ dakaró)” o vinculaciones con la expiación de los pecados como: “En aquel día habrá un manantial abierto […] para la purificación del pecado y de la impureza” (ídem 13:2) situarían a este “desconocido” hijo de David como “puente” entre el Mesías ben Yosef y el Mesías ben David.

La venta de Yosef

La Torá nos narra dos acciones de Yeudá que fueron recriminadas por los Sabios: La primera fue su complicidad (o, al menos su pasividad) ante la venta de su hermano Yosef, conforme es narrado en Génesis/Bereshit 37.

En opinión de los comentaristas, Yehudá podía haber usado sus prerrogativas de líder entre sus hermanos para evitar este hecho reprobable, pues esta acción iba, proféticamente, a tener repercusiones sobre el futuro de sus descendientes. Vayamos al texto bíblico: “Ellos despojaron a Yosef de su túnica, túnica de colores de sobre él” (ídem 23).

Este hecho, determinaría que el Mashíaj ben Yosef sería también despojado de Sus atributos de realeza (simbolizados aquí por la túnica de colores). Esto provocaría, por así decirlo, que el “Ben David” sería “ocultado” de ellos.

Veámoslo con más detenimiento: “Su túnica (kutantó), túnica (ketónet) de colores”:

TbTf       uTbTf
Kutantó                          Ketónet

El Ketónet, que es también mencionado en la Torá como una de las prendas sacerdotales (véase Éxodo/Shemot 29:5) nos insinuaría aquí los “ropajes” terrenales en los cuales se investiría el Mesías durante Su paso por el mundo, y estos serían, al igual que los del Sumo Sacerdote, para “gloria (kavo) y esplendor (tiféret)” (Éxodo/Shemot 28:2). Además de expresión de realeza, el “Ketónet” simbolizaría también la función mediadora entre lo Alto y lo bajo desempeñada por el Mesías, al unir al Maljut (expresado por DWBk kavod) con el ÜÿAPÜ Tiféret, siendo la vav de WÜNÜk kutantó, por su valor numérico seis, una alusión a la sefirá de Yesod (sexta de Z”a) como nexo entre ambas, lo cual aludiría también a Yosef el Tsadik, quien se vincula con dicha sefirá.

En su conjunto, dicho término vendría a insinuarnos al Mesías en Su acepción de Ben Yosef, mientras que la misma palabra, ya desprovista de la W vav, aludiría al Mesías glorificado, del cual fue dicho: “El León de la tribu de Yehudah, el renuevo (tsmaj) de David” (Revelación/Jizayón 5:5).

Al “despojar” al Mesías de Sus atributos de realeza, Israel provoca que “el linaje de David” según la carne, sea ocultado, pasando éste al ámbito puramente espiritual durante el tiempo de la Galut, en espera del advenimiento de la Era mesiánica.

Volvamos al texto de la Torá: “Entonces Yehudá dijo a sus hermanos […] venid y vendámosle a los ismaelitas […] Y llevaron a Yosef a Egipto” (Génesis/Bereshit 37:26-28). Aunque su iniciativa fue humanitaria, al intentar calmar la ira de Shimón quien, según los comentaristas, había determinado matar a su hermano, Yehudá (siguiendo la alegoría) envía al exilio al Mesías ben Yosef.

Presentado ante sus hermanos como su Rey, como el “Hijo de David”, el Mesías es rechazado y enviado al exilio.

Allí, entre la ApYLQ klipá de las naciones, se revela primero como el Mesías sufriente, esto es, en Su acepción de ben Yosef, como nos insinúa el versículo: “Y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos” (ídem 39:20).

Veámoslo con más detalle: “Y tomó (el) señor (ëNÂA adonai) de Yosef a él (WÜA otó) y lo puso en la cárcel”. Lo cual vendría a insinuarnos que ëNÂ-A A-donai tomó a (el Mesías ben) Yosef como señal (ÜWA ot), pues fue dicho: “Y será por señal (ÜWA ot) sobre tu mano” (Éxodo/Shemot 13:9), en referencia a la Matsá, el pan sin leudar consumido en la fiesta de Pésaj, del cual Yeshúa diría a su tiempo: “Esto es Mi cuerpo” (Mateo/Matai 26:26).

Pero estando en el exilio de las naciones, el Mesías también sería proclamado rey, como nos sugiere el texto: “Dios me ha puesto por señor de todo Egipto” (Génesis/Bereshit 45:9).

Los dos Mesías como uno

De la misma forma que la separación entre Yosef y Yehudá nos insinúa estos acontecimientos, la acción de acercarse a su hermano (véase ídem 44:18) nos sirve como señal profética de la manifestación de la unidad del Mesías, la cual será revelada al final de los tiempos, por eso fue dicho que habrá “paz (ìWLw shalom) entre ellos”, pues el establecimiento de la era mesiánica traerá completitud (ìLw shalem) a toda la humanidad, como también se declara (Isaías/Yeshayá 11:30)p> “Morará el león (Mashíaj ben David) con el cordero (Mashíaj ben Yosef), y entre los dos Mesías habrá Shalom(Bereshit Rabatí Vaigash 46:28) (15).

IsaacBenaor

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